1 nov 2013

La única revolución posible es la de los sentidos


“El feminismo me cagó la vida, ningún lugar volvió a ser habitable como antes. / Yo no quiero cambiar el mundo, quiero destruirlo y hacer otro de nuevo, aspiro a esa libertad que todavía no conocemos. / El feminismo me cagó con la vida y se lo agradezco, en realidad, lo único que perdí fue el miedo" 

Lo que acaban de leer es parte de un vídeo que describe la experiencia de una mujer feminista. Así, creo, nos hemos sentido todas las personas que nos pensamos feministas. Al feminismo no llegas, él te llega, te atrapa y no puedes escapar. Empiezas a darte cuenta de aquello que te rodea: lo que siempre te había parecido normal empieza a ser incoherente con los nuevos planteamientos a los que te enfrentas.A mí me pasó lo mismo. Primero con el feminismo. Empecé a cuestionarme todas mis relaciones. Me cuestioné hasta las canciones que escuchaba. Y ahora empieza a ocurrirme algo similar con el ecofeminismo. Yo, que siempre me he definido como una persona urbanita, siento la necesidad de volver a la tierra, de sentir la tierra con mis manos.

Sentir. En su más primitivo significado etimológico, quiere decir tomar una decisión orientada por los sentidos. El ser humano necesita sentir. Necesita emocionarse, salir de su estado habitual. Es por eso que los movimientos sociales de hoy en día no suelen llegar a la gente con la suficiente fuerza. Nos hemos acostumbrado a esperar que las personas entiendan nuestras intrincadas teorías conspiranoides de la economía, sin darnos cuenta de que empezábamos a jugar en el mismo terreno, con las mismas armas con las que nos ataca el capitalismo patriarcal, la falta de empatía y de sentimiento.

Ernesto “Che” Guevara ya nos lo aconsejó: Sean capaces de sentir en lo más profundo cualquier injusticia, cometida contra cualquiera, en cualquier parte del mundo, pues es la cualidad más linda de un revolucionario. Así mismo, Emma Goldman fue más tajante: Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa.

Tanto el patriarcado como el capitalismo han desterrado los sentimientos y las emociones del tablero de juego. El patriarcado los ha invisibilizado (a los sentimientos) convirtiéndolos en algo propio de las mujeres, esos seres inferiores y débiles, de los que no merece la pena ocuparse sino es para que cumplan con sus tareas reproductoras y de los cuidados. El capitalismo directamente los ha omitido de su análisis de la sociedad, el ser humano no es sino una herramienta más de producción y consumo.

Ésta es la razón por la que la gente necesita conectar con sus afectos. Sentir, emocionarse. Que la saquen de su rutina diaria de máquina hacedora de dinero, de máquina de consumo. La gente necesita que le devuelvan la humanidad. El movimiento 15M lo consiguió, por unos meses creíamos que habíamos despertado y comprendido la realidad en la que estábamos inmersos/as. Pero al final este movimiento sucumbió en la misma lógica que el resto de movimientos sociales que nos rodean: reuniones, comités, plataformas, charlas repetidas hasta la saciedad. El movimiento 15M perdió la humanidad y, con ella, la capacidad de llegar a la ciudadanía. Sólo hay una plataforma que sobrevive consciente de su realidad: la PAH-Stop Desahucios, porque trabajan desde las familias y para las familias. Sacan a la calle la vida misma, la vida como subsistencia. Nos enfrentan a ella y nos conmueven. La emoción, el sentimiento: la empatía. Es la empatía, la precursora de la solidaridad, la que nos moviliza.

Y es ahí donde puede jugar un papel importante el ecofeminismo crítico. El análisis ecofeminista de la economía, con la vida en el centro, revalorizando los cuidados y los afectos, puede ayudarnos a entender mejor a aquellas personas a las que nos pasamos la vida intentando llegar, creyendo que con nuestras charlas y conceptos vamos a despertarlas del sopor en el que han caído a causa de este sistema embaucador y egoísta. Puede ayudarnos a empatizar con esas personas que no entienden, de primeras, eso de la clase obrera, del socialismo o del feminismo. Y digo bien cuando digo de primeras, porque no es que sean tontas o incapaces de comprender aquello de lo que hablamos. Es que ya tienen suficiente en lo que pensar día a día para sacar adelante a sus familias, para sobrevivir. Pero escuchan, ponen atención cuando algo les llega a las entrañas y en un segundo se ven capaces de sentir algo que va más allá de su propia angustia existencial.

Sí, reivindico desde esta humilde posición la pedagogía popular de los afectos, de las emociones y de los sentimientos. Sin una revolución de los sentidos, que nos haga soñar más allá de la rutina economicista en la que estamos inmersas las personas, incluso aquellas que somos activistas en diversos movimientos sociales, sin una revolución afectiva y emocional, no habrá revolución que transforme el mundo. Estaremos ante otro sistema económico, pero será un sistema igual a éste, un sistema en el que habrá individuos/as y la solidaridad brille por su ausencia.

Pero para que todo esto funcione, nosotros/as también necesitamos sentir, tomar decisiones guiadas por nuestros sentidos y no por nuestra rutina. Necesitamos emocionarnos, que algo cambie nuestro rumbo y nos haga seguir avanzando. Sólo así podremos empatizar, llegar a quienes aún no hemos llegado a pesar de todos nuestros esfuerzos, solidarizarnos de verdad.

Cuiden los afectos, los sentimientos, emociónense. Así serán verdaderos/as revolucionarios/as, y no meras máquinas de fabricar conceptos.

Abrazos verdes y lilas, no se olviden de repartirlos por ahí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario